Cuando somos pequeños aprendemos que debemos respetar a los demás para no dañarlos emocional y físicamente.
Pero muchas veces no aprendemos que, además de respetar a los demás, es esencial que aprendamos a respetarnos a nosotros mismos, ya que de ello dependen en gran parte tanto nuestra autoestima como nuestra felicidad.
Normalmente la falta de respeto por nosotros mismos viene dada por una baja autoestima.
Si no nos estimamos a nosotros mismos, no somos capaces de reconocer nuestras capacidades y habilidades, y nos descalificamos continuamente, hablando negativamente de nosotros mismos.
Es en estos casos cuando permitimos que los demás abusen de nosotros y nos maltraten, y nosotros, como estamos seguros de no valer nada, aceptamos ese comportamiento como el único posible que podemos recibir.
Acabamos ignorando lo que deseamos y necesitamos y tomamos decisiones sólo basándonos en los estímulos o peticiones que nos llegan del exterior: estudiamos determinada carrera porque nuestros padres así lo quieren o nos casamos y tenemos hijos sólo porque a nuestra pareja le hace ilusión.
Para respetarnos a nosotros mismos debemos reconocer nuestras necesidades y anhelos y satisfacerlos. Normalmente esto se equipara con egoísmo, pero no es así.
No se trata de ir arrollando a los demás mientras satisfacemos nuestras necesidades, sólo darles la misma importancia que a las de los demás.
También debemos reconocer nuestros propios sentimientos, saber cuándo estamos enfadados o defraudados y expresarlos, siempre respetando a los demás.
Una vez que hayamos hecho esto, deberemos intentar invertir más tiempo y energía en lo que realmente queremos quitándoselo a lo que en realidad no nos importa.
De ese modo nos daremos la oportunidad de ser felices y sentirnos satisfechos y respetados, por nosotros mismos y por los demás.
Cariños y sonrisas
Irene