martes, 19 de enero de 2010

El tipo más feliz del mundo


CHAU OCCIDENTE. En 1972, Matthieu Ricard decidió dejar su vida en Francia, para abrazar el budismo en un monasterio de Nepal.
Cambió la ciencia por el budismo, se recluyó en un monasterio nepalés y hace casi 20 años que asesora al Dalai Lama. Sin sexo ni dinero, un estudio concluyó que es dueño de una felicidad extrema.
video.01DOCUMENTAL. "El espíritu del Tíbet", realizado por Matthieu Ricard. (YouTube)
Por Santiago Murga. De la Redacción de Clarín.com
smurga@claringlobal.com.ar

En 1972, Matthieu Ricard abandonó su profesión de biólogo molecular, su tesis en genética y un auspicioso futuro como distinguido profesional en Francia. Hizo las valijas, se despidió de su familia y se fue. ¿Adónde? Al Himalaya, para radicarse definitivamente como monje del monasterio de Shechen. Desde allí, se consolidó como un referente del mundo budista, que realiza trabajos humanitarios y de divulgación de esa religión. Y hace 18 años que es uno de los asistentes personales del Dalai Lama. Su popularidad en ascenso, basada en la publicación de best-sellers, conjugada con la extraña condición de monje occidental, contribuyó a que la Universidad de Wisconsin experimentara con él. Tras ser sometido a un estudio para analizar su cerebro, los investigadores arribaron a esta conclusión: "Ricard es el hombre más feliz del planeta". El por su parte vuelve a contar su secreto en un nuevo libro: "Happiness: A Guide To Developing Life's Most Important Skill".

Según los investigadores, todos los monjes budistas tienen la capacidad para suprimir los pensamientos negativos y verlos desde una perspectiva diferente en la que dejan de ser dañinos. Matthieu, al igual que sus colegas, cuenta con la habilidad de suprimir sentimientos como el estrés, la irritabilidad o el enojo, por ejemplo. El estudio, basado en que la corteza cerebral izquierda contiene las sensaciones placenteras, mientras que en la parte derecha se alojan la depresión, la ansiedad o el miedo, comprobó en el monje una actividad poco común en su lado izquierdo. Es que para la medición se utilizaron voluntarios cuyo grado de felicidad iba de 0.3 (muy infeliz) a -0.3 (muy feliz) y el francés batió el récord con un -0.45
El hecho de que un monje tibetano, que pasa la mayor parte de su tiempo meditando y que carece de bienes materiales, sea la persona más feliz del mundo, presupone entonces que la clásica fórmula para ser acreedor de la felicidad no es tan efectiva como se pensaba. Al menos esto es lo que ocurre con su vida. Él no tiene dinero: los millones de dólares que recibe por las ventas de sus libros, son donados para proyectos humanitarios en escuelas y clínicas de zonas tibetanas. Tampoco tiene un amor, ni actividad sexual: desde los 30 años, Ricard, que tiene 61, dice haber dedicado su vida al celibato.
La fama de este personaje es global y sus conceptos ya arribaron a estos pagos. Conzuelo Navarro o Lama Rinchen (su nombre religioso) es directora de la Casa Budista Argentina y cuenta: "Matthieu es un referente por su sinceridad y por su búsqueda personal. Aunque también porque él es el único europeo que lee, habla y traduce el tibetano clásico. Por ende es un intérprete excelente y esto facilita que la experiencia Buda pueda transmitirse correctamente. Hasta los años '60 había solo eruditos que no eran budistas, entonces las traducciones estaban contaminadas por creencias cristianas o de otro tipo. Ahora, gracias a Ricard, se puede conseguir material adecuado, hecho por buenos budistas".
Haber vivido en mundos tan opuestos, llevó a este francés a publicar libros y documentales, en donde expone sus ideas de la felicidad. En el listado hay títulos como "En Defensa de la Felicidad" , "Cultivando la Habilidad más Importante de la Vida" o "Trabajando con las emociones destructivas". Desde esos ensayos, Ricard asegura que hay ciertos sentimientos negativos hacia otras personas que no están justificados, sino que fueron creados como respuesta a ciertas frustraciones. Y que ésto sería uno de los impulsos que hay que aprender a controlar si se quiere ser feliz. Para el francés, la felicidad es un "tesoro escondido en lo más profundo de cada persona". Conseguirla es cuestión de práctica y fuerza de voluntad, no de bienes materiales, poder o belleza.
La conclusión del estudio de Winsonsin puede parecer llamativa y hasta simpática. Pero los autores del examen advierten que el objetivo de la medición fue puntual y necesario, a la hora de contribuir a confrontar padecimientos como la depresión o el estrés. De esta forma, se lograría intervenir y suprimir reacciones. ¿Para qué? Para "mejorar la condición humana y enmendar sus peores defectos".

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