¿Nos paralizamos delante de los desconocidos? ¿No nos atrevemos a hablar en público? No hay qué preocuparse. Ser tímido es normal y, además, se cura. Aquí van unos consejos para superar esos bloqueos.
Combate los pensamientos negativos
Desde el momento en el que nos encontramos ante una situación difícil, una gran cantidad de pensamientos negativos nos asaltan de forma automática: «No lo voy a conseguir nunca», «Mi opinión no le interesa a nadie», «Si le pregunto algo le molestaré», «Se mofarán de mí», etc. El miedo al ridículo y el temor a que el resto nos juzguen nos paraliza. Analicemos cada una de las ideas anteriores y reconsiderémoslas objetivamente. ¿Realmente creemos que todas las miradas se posarán en nosotros para intentar captar el más mínimo paso en falso? Seamos realistas, no somos el ombligo del mundo.
Relajémonos
Sudor, temblores, rubor... En cuanto debes enfrentarte a una situación intimidatoria nuestras emociones toman el control de nuestra persona y nos paralizan. Como resultado, perdemos sistemáticamente todas nuestras capacidades. Tenemos que poner fin a esto, no podemos permitir que las emociones nos manipulen. Así que intentemos relajarnos, respiremos tranquilamemte y pensemos en cualquier cosa agradable y que nos calme para hacer que la presión disminuya.
Aprendamos a querernos
El origen de la timidez es la falta de confianza en uno mismo. No queremos exponernos a la mirada del resto porque creemos que no valemos nada, que no interesamos a nadie, que molestamos, etc. En fin, que no nos queremos en absoluto. Pero si cambiaramos la percepción que tienes de nuestra persona, quizás nos daría menos miedo reafirmarnos. Dejemos de menospreciarnos y rebajarnos y seamos conscientes de todas nuestras cualidades. Enumeremos todos nuestros puntos fuertes y no olvidemos recordarlos cuando dudemos de nosotros mismos.
Expongámonos ante situaciones que tememos
El mejor método para cambiar es ponerse a prueba. Si sólo evitamos siempre las situaciones que nos producen ansiedad, no progresaremos nunca. Responsabilicemosnos del problema, enfrentémonos a nuestros miedos, pero haganlo poco a poco. Empecemos imponiéndonos pequeños desafíos cotidianos, por ejemplo: «Esta semana cuando el panadero me atienda, en lugar de bajar la mirada, le dedicaré una sonrisa» o «Mañana le preguntaré la hora a un desconocido». Aumentemos la dificultad de nuestras pequeñas proezas. A fuerza de practicar, ganaremos seguridad y soltura.
Pidamos ayuda si la necesitamos
Si estos simples consejos no nos ayudan a acabar con la timidez, recurramos a un profesional. En estos casos, se recomiendan métodos de desarrollo personal, es decir, terapias de comportamiento y cognitivas cuyo objetivo es guiar al paciente en la vía de la afirmación de sí mismo gracias a todo tipo de ejercicios y simulaciones.
Un beso y muchos cariños y sonrisas
Irene
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Cariños y sonrisas