Se habla mucho de qué es nuestra Zona de Confort y cómo salir de ella.
Pero pocas veces se habla de cómo hemos llegado a estar ahí.
Sabemos que nuestras elecciones diarias son las que nos mantienen en ella: la misma rutina, los mismos problemas y las mismas actividades. Pero, entender cómo hemos entrado en nuestra zona de confort también nos puede dar la clave para salir.
¿Cómo hemos llegado a la zona de confort?
En algún punto de nuestra vida comenzamos a rechazar propuestas y planes diferentes de los que ya conocemos. Los rechazamos porque pueden suponer una pequeña o gran incomodidad.
Cada vez que rechazamos un plan nuevo o diferente nos vamos metiendo en nuestra pequeña y cómoda cajita.
Y cada vez nos volvemos más miedosos de salir fuera.
Imaginemos que un compañero de trabajo nos invita a una fiesta donde no conocemos a nadie. Puede que rechacemos esta invitación porque…”Lo acabo de conocer, no vamos a tener nada de qué hablar, va a ser muy incómodo”.
Pongamos que vamos y resulta que no tenemos nada de qué hablar…En el gran esquema de las cosas, ¿realmente es tan horrible?
Pensemos ahora en ejemplos propios. Quizá sea no apuntarnos a esas clases de conversación de inglés porque tienes miedo que tus compañeros sepan más o a ese viaje porque no tienes tiempo…
¿Qué es lo peor que podría pasar si decimos que sí? En la mayor parte de las ocasiones la respuesta es ‘nada o muy poco’.
Mirando la figura completa… Entre un rango de horrible, muy malo, malo y regular, ¿Dónde se sitúa sentir incomodidad o incluso algo de ansiedad?
Seguro que no nos resultara tan incómodo como suponíamos.
Cariños y sonrisas
Irene
Pero pocas veces se habla de cómo hemos llegado a estar ahí.
Sabemos que nuestras elecciones diarias son las que nos mantienen en ella: la misma rutina, los mismos problemas y las mismas actividades. Pero, entender cómo hemos entrado en nuestra zona de confort también nos puede dar la clave para salir.
¿Cómo hemos llegado a la zona de confort?
En algún punto de nuestra vida comenzamos a rechazar propuestas y planes diferentes de los que ya conocemos. Los rechazamos porque pueden suponer una pequeña o gran incomodidad.
Cada vez que rechazamos un plan nuevo o diferente nos vamos metiendo en nuestra pequeña y cómoda cajita.
Y cada vez nos volvemos más miedosos de salir fuera.
Imaginemos que un compañero de trabajo nos invita a una fiesta donde no conocemos a nadie. Puede que rechacemos esta invitación porque…”Lo acabo de conocer, no vamos a tener nada de qué hablar, va a ser muy incómodo”.
Pongamos que vamos y resulta que no tenemos nada de qué hablar…En el gran esquema de las cosas, ¿realmente es tan horrible?
Pensemos ahora en ejemplos propios. Quizá sea no apuntarnos a esas clases de conversación de inglés porque tienes miedo que tus compañeros sepan más o a ese viaje porque no tienes tiempo…
¿Qué es lo peor que podría pasar si decimos que sí? En la mayor parte de las ocasiones la respuesta es ‘nada o muy poco’.
Mirando la figura completa… Entre un rango de horrible, muy malo, malo y regular, ¿Dónde se sitúa sentir incomodidad o incluso algo de ansiedad?
Seguro que no nos resultara tan incómodo como suponíamos.
Cariños y sonrisas
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Cariños y sonrisas