viernes, 6 de septiembre de 2019

ESTAMOS PREOCUPADOS? VEAMOS QUE NOS HACEMOS A NOSOTROS MISMOS

La lista de efectos asociados a la preocupación excesiva es inmensa, debido a la biología del estrés. 
El modo en que afecta la preocupación al cerebro es más intenso de lo que podamos pensar. 
Así, neurocientíficos nos señalan que el impacto de esta dimensión es tan severo porque las personas por término medio, no sabemos preocuparnos de manera saludable. Tenemos la curiosa tendencia de llevarlo casi todo al extremo.
Ahora bien, también nos señala otro factor que nos exime quizá de una parte de culpa. 
Nuestro cerebro está programado para preocuparse primero y para pensar después. 
Es decir, nuestro sistema emocional y, en concreto nuestro cerebro primitivo, son los primeros en detectar una amenaza y en activar en nosotros una emoción.
Al instante, se liberan neurotransmisores como la dopamina, el cortisol para generar la activación y el nerviosismo.
Esto estimula la corteza cerebral para dar aviso a las estructuras mentales superiores. 
¿La finalidad? Animarle a que tome el control, a que haga uso del razonamiento lógico para regular ese miedo, esa sensación de alarma pero qué pasa? en el ser humano las emociones tienen más poder que la razón. 
Algo así hace que las preocupaciones y el laberinto de la ansiedad al que nos abocan, tomen comúnmente el control de nuestras mentes. 
El modo en que afecta la preocupación al cerebro es por tanto inmensa y los efectos son los siguientes:
La preocupación excesiva genera dolor psicológico
¿Qué entendemos por dolor psicológico? ¿Es diferente del dolor físico? 
Efectivamente lo es, pero en realidad es igual de limitante. 
Así, el dolor psicológico es básicamente sufrimiento, agotamiento, negatividad, desánimo…
En un cerebro ansioso dominado por las preocupaciones constantes, quien nos controla es la emoción. 
Ella nos hace ver peligros donde no los hay. 
Todo son amenazas, de todo desconfiamos y todo nos genera temor. 
Su hiperestimulación afecta a la corteza cerebral, reduciendo su actividad. 
Por tanto, dejamos de ver las cosas con mayor calma y equilibrio.
De este modo, el malestar se intensifica.
Cuando la preocupación afecta al cerebro con intensidad, tus procesos cognitivos fallan
Cuando la preocupación afecta al cerebro de manera intensa porque llevamos semanas o meses supeditados a ciertos pensamientos, podemos empezar a notar hechos como los siguientes:
Fallos de memoria.
Problemas de concentración.
Problemas para comprender mensajes, textos, etc. 
Dificultad para tomar decisiones.
En caso de no lograrlo, no dudemos tampoco en contactar con profesionales especializados.
«Cada mañana tiene dos asas, podemos tomar el día por el asa de la ansiedad o por el asa de la calma».

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