Una vez que tengamos claras nuestras ganas de querer cambiar y sepamos qué es lo que queremos cambiar, es necesario planificar el cambio. Si es posible incluso tenerlo apuntado en papel, pues es más fácil de visualizar y permite hacer un menor esfuerzo a la hora de traerlo a la mente cuando lo necesitemos. Hay que ir fijando pequeños sub-objetivos y ponerles fecha.
2. Pero… ponte objetivos a corto plazo
No
vale solamente ponerse metas a largo plazo, sino que necesitamos tener
en cuenta las metas a corto plazo también, pues es la única manera de
que estemos motivados durante el proceso de cambio y de que no nos
olvidemos de nuestro compromiso.
3. Sal de la zona de confort
La
zona de confort es un lugar intangible en el que nos sentimos
protegidos y cómodos, y salir de esta zona provoca que tengamos que
esforzarnos para poner a prueba esquemas mentales que, pese a parecer
adaptativos, no siempre lo son.
4. No temas a la incertidumbre
Y
es que salir de la zona de confort puede provocar cierto grado de
ansiedad, en gran medida por el miedo a la incertidumbre. No saber qué
nos espera al cambiar puede producir temor si no tenemos suficiente
confianza en nosotros mismos o si visualizamos únicamente las
consecuencias negativas de la transformación. Es por eso que debemos
dejar de lado este miedo irracional y procurar analizar los riesgos de
forma calmada y analítica.
5. Sé consciente de que pueden darse altibajos
Aceptar
que podemos fallar también es positivo. Eso no quiere decir que debamos
rendirnos si las cosas no salen como deseamos, sino que debemos estar
preparados para superarnos y levantarnos lo antes posible después de una
caída. Como siempre, espero que les sirva
Cariños y sonrisas
Irene
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Cariños y sonrisas