Nuestro cerebro está programado para preocuparse primero y para pensar después.
Es decir, nuestro sistema emocional y, en concreto nuestro cerebro primitivo, son los primeros en detectar una amenaza y en activar en nosotros una emoción.
Al instante, se liberan neurotransmisores como la dopamina, el cortisol para generar la activación y el nerviosismo.
¿La finalidad? Animarle a que tome el control, a que haga uso del razonamiento lógico para regular ese miedo, esa sensación de alarma pero qué pasa? en el ser humano las emociones tienen más poder que la razón.
Entonces, las preocupaciones y el laberinto de la ansiedad, toman comúnmente el control de nuestras mentes y los efectos son los siguientes:
La preocupación excesiva genera dolor psicológico
¿Qué entendemos por dolor psicológico? ¿Es diferente del dolor físico?.
El dolor psicológico es básicamente sufrimiento, agotamiento, negatividad, desánimo…
Un cerebro ansioso dominado por las preocupaciones constantes, no hace ver peligros donde no los hay.
Todo son amenazas, de todo desconfiamos y todo nos genera temor.
Por tanto, dejamos de ver las cosas con mayor calma y equilibrio.De este modo, el malestar se intensifica.
Cuando la preocupación afecta al cerebro de manera intensa porque llevamos semanas o meses supeditados a ciertos pensamientos, podemos empezar a notar hechos como los siguientes:
- Fallos de memoria.
- Problemas de concentración.
- Problemas para comprender mensajes, textos, etc.
- Dificultad para tomar decisiones.
«Cada mañana tiene dos asas, podemos tomar el día por el asa de la ansiedad o por el asa de la calma».
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Cariños y sonrisas