El Síndrome de Estocolmo doméstico viene determinado por una serie de cambios y adaptaciones que se dan a través de un proceso en el que se reconocen cuatro fases:
Fase desencadenante. Los primeros malos tratos rompen el espacio de seguridad que debería ser la pareja, donde la peresona ha depositado su confianza y expectativas.
Fase desencadenante. Los primeros malos tratos rompen el espacio de seguridad que debería ser la pareja, donde la peresona ha depositado su confianza y expectativas.
Esto desencadenaría desorientación, pérdida de referentes, llegando incluso a la depresión.
Fase de reorientación. La persona busca nuevos referentes pero sus redes sociales están ya muy mermadas, se encuentra sola, generalmente posee exclusivamente el apoyo de la familia.
Fase de reorientación. La persona busca nuevos referentes pero sus redes sociales están ya muy mermadas, se encuentra sola, generalmente posee exclusivamente el apoyo de la familia.
Con su percepción de la realidad ya desvirtuada, se autoinculpa de la situación y entra en un estado de indefensión y resistencia pasiva, no verbalizará su rabia, y lo expresará de otro modo: ignorando a la otra persona durante tiempos dilatados. Detrás de esa actitud hay dolor, pero una mezcla de orgullo de fondo y de miedo les impide expresar sus necesidades reales.
Fase de afrontamiento. Donde asume el modelo mental de su compañero, pensando y, sintiendo como el otro, que influye en sus opiniones, actitudes y acciones, tratando de manejar la situación traumática.
Fase de adaptación. La persona proyecta la culpa hacia otros, hacia el exterior, y el Síndrome de Estocolmo doméstico se consolida a través de un proceso de identificación con el maltratador.
Fase de afrontamiento. Donde asume el modelo mental de su compañero, pensando y, sintiendo como el otro, que influye en sus opiniones, actitudes y acciones, tratando de manejar la situación traumática.
Fase de adaptación. La persona proyecta la culpa hacia otros, hacia el exterior, y el Síndrome de Estocolmo doméstico se consolida a través de un proceso de identificación con el maltratador.
Sobre este tema Vallejo Rubinstein señala que el «desconocimiento de estos procesos y de sus secuelas hace que muchas veces las personas agredidas sean tratadas y retratadas como masoquistas, locos o histéricos a las que les gusta que les peguen.
El único consejo: Hay que escapar del entorno violento en el que viven y también de esa cárcel en que se ha convertido su mente.
Cariños y sonrisas
Irene
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