1. Sonrían.
Reír es una medicina, física y mental. Refuerza los sistemas inmunológico, muscular y cardiovascular, además de liberar endorfinas, la hormona de la felicidad. Además, la sonrisa se contagia y, cuando es sincera, es la fórmula mágica para apaciguar cualquier mal rollo en otras personas, y en nosotros mismos. Especialmente cuando creemos que nos van mal las cosas y sufrimos, sonríamos cuando nos relacionemos con otras personas: ellas no tienen la culpa. Cuidémoslas, porque probablemente ellas también guardan su propio dolor. Y sonreír apacigua todos los dolores.
(Frase: "Sé amable con toda persona con quien te cruces porque también está librando una gran batalla"
2. Digamos siempre la verdad.
Si no decimos la verdad, acabaremos perdiendo la confianza de las demás personas, y nosotros mismos nos perderemos, sin saber qué es cierto o no lo es, en nuestras interpretaciones de las cosas. Decir la verdad es un gesto de valentía, de aceptación, contra la cobardía, la negación y la huida que significa la mentira. Pero decir la verdad no significa exponer/imponer nuestro criterio..
3. Escuchemos con atención.
Escuchar significa parar la propia cháchara mental y abrirnos a la experiencia y los sentimientos de la otra persona. Escuchar es un acto de amor que hace que la otra persona se sienta amada. Practiquemos la escucha atenta porque en cada práctica aprendemos a amar más y mejor.
4. Pongámonos en sus zapatos.
Y cuando escuches, pongámonos en su piel, no en lo que nosotros sentiríamos si estuvieramos en su lugar. Mediante la empatía, descubrimos la realidad de la otra persona y la aceptamos.
5. Agradezcamos.
¿Somos ricos o pobres? Por mucho que tengamos, cuando no valoramos lo que tenemos, es como si no tuviesemos nada. Podemos tener una multimillonaria cuenta en el banco, salud, un montón de amistades y todas las oportunidades de disfrute, pero nos sentiremos pobre si centramos nuestra atención exclusivamente en lo que no tenemos, en nuestra adicción al deseo, a nuestras próximas conquistas pendientes. Pero, por poco que tengamos, podemos sentirnos las personas más afortunada del mundo si sabemos apreciarlo cada día.
6. Expresemos nuestros sentimientos.
En la comunicación de verdad está muy bien transmitir detalles y hechos, pero lo que hará que una conversación sea profunda y recordada es el que se intercambien sentimientos y emociones. Aprendamos a decir "ayúdame", "perdóname" y "te quiero", que son las tres palabras más difíciles de expresar para las personas adultas.
Hagámosle saber a la otra persona qué cosas en ella nos hacen sentir bien o crecer. En cuanto a lo que nos hace sentir mal, comuníquelo también, en el momento oportuno (cuando nos sintamos receptivos y no acusados y a la defensiva) e investigemos juntos qué es lo que hay dentro de nosotros que nos hace reaccionar emocionalmente de esa manera. Si hacemos un esfuerzo por cambiar, la otra persona lo hará también.
7. Aprendamos a comprender.
Juzgar, criticar, es una pérdida de tiempo y crea hábitos. Cuando criticamos ponemos el foco en algo que no nos gusta, ignorando el cuadro completo. Si en lugar de fijarnos en los defectos de las personas o situaciones ponemos el foco en sus virtudes y beneficios, nos llevará a relacionarnos mejor con esa persona o situación. Pongamos nuestra atención en lo que nos hace aprender y crecer; con esta actitud, veremos que no excluimos nada: lo que apreciamos de la otra persona, nos inspira para mejorar; lo que creemos que no funciona, nos enseña los errores que no debemos cometer.
En cuanto a la otra persona, comprendamos sus limitaciones y, simplemente, acompañémosla (en nuestras posibilidades), como haríamos con una persona enferma.
Cariños y sonrisas y hasta mañana
Irene
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Cariños y sonrisas