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Quien nunca haya tenido esos indeseables
pensamientos negativos que martillean una y otra vez que tire la primera piedra.A veces están ahí durante días enteros, provocándonos dolor de cabeza, poniéndonos de mal humor y disminuyendo considerablemente nuestra eficacia.
El problema es que mientras menos queremos pensar en ellas, más nos atacan. De hecho, se ha demostrado que la lucha abierta contra los pensamientos rumiativos no sirve de nada. En un experimento clásico de la Psicología se le pidió a un grupo de personas que no pensase en un oso blanco. Como resultado, el oso blanco se convirtió en un pensamiento recurrente.
¿A qué se debe esto?
En primer lugar, a que cuando nos impedimos pensar en algo, se genera automáticamente un mecanismo de supervisión. Imagínense que han puesto a un policía mental con la foto del oso blanco. Este policía tiene la misión de capturar al oso blanco (la idea que deseamos desechar). El problema radica en que, mientras tanto, tenemos un pequeño policía dando vueltas por nuestra cabeza con la imagen del oso blanco, precisamente la que queremos eliminar.
Entonces, el deseo de bloquear un pensamiento casi siempre tiene el efecto contrario: lo refuerza.
Afortunadamente, existe una solución:
1. Acepten los pensamientos. Puede parecer un contrasentido pero desde el mismo momento en que aceptan los pensamientos negativos y rumiativos, estos pierden una gran parte del impacto emocional que ejercían sobre nosotros. Simplemente, acepten que están ahí y no reaccionen ante ellos.
2. Busquen una solución. Casi siempre los pensamientos rumiativos aparecen como resultado de una cuestión irresuelta. ¿Podemos resolver esa cuestión en ese momento? ¿Tenemos todos los datos necesarios para tomar una decisión? Si es así, esta es la mejor solución para que los pensamientos negativos no vuelvan a aparecer de nuevo.
3. Acepten la duda y la incertidumbre. En ocasiones no podemos tomar una decisión, ya sea porque no depende de nosotros o porque no tenemos todos los datos que necesitamos. En ese caso, simplemente digamosi: “acepto la incertidumbre que estos pensamientos me provocan”. Digámoslo varias veces hasta que las dudas no nos resulten incómodas. De hecho, este es un buen ejercicio para lidiar con muchos otros problemas de la vida cotidiana porque aprender a vivir con la incertidumbre es vital en los tiempos que corren.
Una vez que hayamos logrado eliminar las emociones negativas relacionadas con estos pensamientos, simplemente realicemos una tarea que nos agrade o que requiera aprender algo.
Cariños y sonrisas
Irene