Tal vez el Dr. Hans Selye, quien describió por primera vez los signos de este síndrome, nunca imaginó en el año 1.956, los alcances que tendría en el futuro.
No obstante es bueno comentar que existe un estrés normal y saludable y un estrés patológico, que conduce a un sinnúmero de enfermedades, algunas graves y catastróficas, en la esfera de lo físico y lo psíquico.
El Dr. Karl Simmollthong, USA, (1.999), demuestra las altas correlaciones qué existen entre factores estresantes mantenidos en el tiempo y ciertos tipos de cáncer, diabetes, trastornos inmunológicos, dermatitis, enfermedades digestivas y cardiopatías.
Pero no siempre esta forma de adaptarnos al ambiente, que es lo que llamamos estrés, enferma.
El estrés, manejado en forma correcta, como un mecanismo natural de adaptación, tiene efectos positivos, pues permite reparar más eficientemente los tejidos cerebrales.
Los investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México, (2004) señalaron que el estrés positivo evita la destrucción prematura de neuronas, que quizás habrían sido eliminadas por la respuesta natural del sistema inmunológico del organismo.
Las conclusiones de esta investigación afirman que, al contrario de lo que se cree generalmente, el estrés no es una enfermedad: es un esfuerzo de adaptación a las exigencias del medio, que realiza el organismo, a fin de retornar a un punto de equilibrio, tanto en lo psicológico y en lo fisiológico.
Este esfuerzo es constante, porque toda la vida de las personas implica un enfrentamiento con el medio, con las demandas del entorno.
En la existencia diaria, estamos expuestos a lo que se llama “agentes estresantes”.
Entre ellos, figuran las bacterias, hongos, sustancias tóxicas, el ruido, el aire contaminado, temperaturas extremas o múltiples situaciones de tipo emocional, tales como la enfermedad, la muerte de un familiar, divorcio, conflictos laborales, los viajes e incluso los cambios de domicilio.
Si no logras adaptarte, estarán gravemente amenazadas tu salud y tu bienestar.
Cariños y sonrisas
Irene
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