EL APRENDIZAJE DE SER FELICES

Ayer hablabamos del aprendizaje de ser feliz. Y es que la alegría de vivir, la alegría de compartir con otros la propia existencia ha de ser potenciada, incrementada y enriquecida  en los niños, de manera experiencial y viva, con el ejemplo del adulto, que es la encarnación de los valores.

Al ponernos, nosotros los adultos, en mediadores entre el niño y el mundo de los valores, el aprendizaje quedará tanto más garantizado cuanto más presentemos, estos valores, encarnados en nuestro ser y en nuestra conducta, y marcados siempre con el signo inconfundible de la alegría.

Y LA ALEGRIA SE DESCUBRE. El niño descubre la alegría al sentir su propia vitalidad y su propio cuerpo en perfecto funcionamiento. Los sentidos que se abren a la vida, nos enseñan a descubrir las primeras alegrías, marcadamente instintivas. De forma gozosa, la piel «se alegra» en los besos v las caricias de la madre; los ojos disfrutan y «se alegran» con la variedad y matices de formas v colores; la boca se «alegra» con el placer que le produce la succión del pecho materno, y el oído se complace alegremente con los sonidos armoniosos.

Paulatinamente, el ser humano va evolucionando hacia una alegría menos sensitiva y corporal y más interior, profunda y espiritual en la medida en que accede a la completa madurez mental y psíquica.

La paz interior, la armonía y entendimiento con nosotros mismos y la aceptación de la realidad que nos ha tocado vivir, preparan el camino hacia esa alegría sublime que pone en paz al hombre consigo mismo y con los demás, y que sólo es posible encontrarla, engarzada y asociada a los más nobles sentimientos que anidan en el corazón humano".

Si es posible construir una sociedad en armonía y paz, dejando de lado rivalidades y egoísmos; utilizando el dialogo, la tolerancia, la apertura y sobre todo la alegría de vivir como seres humanos auténticos y verdaderos hijos de Dios.

Qué tengan buenas y maravillosas tardes

cariños y sonrisas

Irene