Somos expertos en el arte de la preocupación, en adelantar fatalidades, en desconfiar incluso de nuestras propias capacidades.
De algún modo, nos centramos tanto en esas negatividades de nuestro interior que nos pasamos el día con los ojos cerrados.
Somos ciegos por dentro y por fuera, y vamos buscando a tientas la felicidad.
•Es el momento de encender la luz de nuestro interior para derribar cada alambrada del “puede qué” “es posible qué”, “esto no es para mí” o “me da miedo que…”
•Solo cuando somos libres de nuestras propias cárceles interiores, nos alzamos como criaturas valientes para mirar por fin al exterior sin miedo, sin cargas, sin filtros de negatividad.
•Aferrémonos al aquí y ahora y busquemos recompensas cotidianas como lo hace un niño: el sabor de una comida nueva, el placer de hacer un nuevo amigo, un paseo, una sonrisa, el encuentro con una mirada…
•Deleitémonos con los pequeños que vamos encontrando, porque si los ponemos todo juntos, crean universos enteros.
Disfrutémoslas con detenimiento porque es ahí donde se encuentra el auténtico bienestar, en lo más diminuto, invisible y elemental. Recordemos ante todo que la felicidad no se encuentra con un golpe de suerte, se propicia con las cosas pequeñas que ocurren todos los días y que habitualmente ignoramos.
Feliz fin de semana, cariños y sonrisas
Irene
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Todo me alienta para seguir buscando y compartiendo artículos que nos hagan sentir mejor y con mayor bienestar psicológico.
Cariños y sonrisas