Cuando nos preocupamos por algo que todavía no ha sucedido, ponemos todo nuestro empeño en adelantarnos a algo que tal vez puede que no llegue a ocurrir nunca.
Así, mantenemos nuestra mente ocupada con pensamientos negativos que lo único que hacen, es atraer más de lo mismo.
Al estar preocupados, no vivimos el presente plenamente y además, empañamos las experiencias actuales con nuestra visión pesimista.
Gran parte de nuestras preocupaciones se refieren a cosas sobre las que no tenemos ningún control.
Podemos preocuparnos todo lo que queramos, pero esto, no nos llevará a solucionar el problema de ninguna manera.
Incluso la mayoría de las veces, aquello por lo que tanto nos preocupamos resulta ser menor horrible que como imaginamos.
Una manera de saber si vale la pena preocuparse es plantearse la siguiente pregunta: “¿Importará esto dentro de un año? ¿Tres años? ¿Dentro de cinco años?” . Si la respuesta es negativa, entonces no vale la pena darle más vueltas al asunto.
Irene
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