Una de las lecciones más importantes que he aprendido en mi vida es que no se puede gustar a todo el mundo.
Eso implica que muchas veces no conseguiremos gustar a quienes deseamos llegar y otras veces significará que recibiremos críticas, algunas de ellas nada constructivas y envueltas en palabras “poco educadas” (por decirlo finamente).
Ya lo dice el budismo: intentar gustar a todo el mundo nos hará infelices; y si bien es cierto que el sufrimiento es inherente al ser humano, también lo es que hay medidas paliativas que nos hacen más llano el camino.
La más importante es tomar conciencia que es la opinión de quien la emite.
Otro pensará lo contrario.
La crítica suele estar más relacionada con el que la lanza que con el que la recibe: a menudo, quien critica se confiesa. Confiesa sus temores, sus inseguridades, sus frustraciones.
Pero hacer sonreír a una persona, a esa persona especial sí puede cambiar el mundo. Quizá no el mundo entero, pero sí una parte de él: enfocarse en esa parte es el secreto.
Cariños y servicios
Irene
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Cariños y sonrisas