Esto no quiere decir que no prestemos atención a cómo nos comportamos y que olvidemos las consecuencias y el impacto de nuestras acciones, sino que simplemente no nos atacaremos con dureza, no nos criticaremos ni nos trataremos mal.
No podemos olvidar que cometer errores es un aspecto fundamental del proceso de aprendizaje, pero flagelarnos por ello no -que lo hacemos muchas veces aunque hayamos entrenado durante años a nuestra mente para no hacerlo-.
Sin embargo, ¿en algún momento vale la pena torturarse?
Juzgarnos a nosotros mismos no nos ayuda, de hecho provoca todo lo contrario: comenzamos a sentirnos peor y al final nos ahogamos en las profundidades del malestar.
Lo que debemos hacer es comenzar a
desprendernos de los juicios sobre nosotros mismos, tanto positivos como negativos.
Si nuestra mente comienza a atacarnos o alabarnos, lo ideal es que etiquetemos ese tipo de pensamientos como «juicios», los observemos y los dejemos ir.
Porque "nuestra mente conversadora" no somos nosotros.
Algunos días nuestra mente nos dirá que somos personas maravillosas y otros que somos egoístas y estúpidos.
La clave está en no creer lo que nos dice porque, al fin y al cabo, son solo historias.
Son mucho más importantes las cosas que hacemos y cómo nos comportamos que las historias que nos contamos a nosotros mismos.
También hay que dejar de juzgar a los demás.
Esto solo reforzara el hábito de clasificar a la gente -y a nosotros mismos- según ciertas categorías y lo cierto es que no hay «ganadores» y «perdedores», sino personas que a veces pierden, a veces ganan…
Los matices, las alternativas, las escalas de grises están ahí!!
Carinos y sonrisas
Irene
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Cariños y sonrisas