Romper con los mandatos familiares no es precisamente fácil. Son muchas las culturas y los países donde el peso de la familia condiciona y predispone.
Cuestionarla es casi como un sacrilegio a los cimientos de la propia sociedad.
De hecho, tal y como dijo Albert Einstein en una ocasión, «es más fácil desintegrar un átomo que un preconcepto».
En la actualidad, está en auge la llamada psicología transgeneracional.
Se trata de una modalidad terapéutica donde se ahonda en el árbol genealógico para prevenir patrones repetitivos del pasado en el presente.
Así mismo, se le ayuda a la persona a tomar conciencia de las dinámicas imperceptibles que ha podido heredar y que frenan su crecimiento, su felicidad.
No obstante, más allá de estos enfoques, nunca está de más tomar conciencia en nuestro día a día de ciertos aspectos que pueden ayudarnos también a romper con estos mandatos sentidos que nos frenan.
De esta forma, gozaremos de una libertad que desconocíamos. Caeremos en la cuenta que gran parte de nuestro contenido mental no es producto de nuestro razonamiento.
¿De dónde viene? De todo nuestro historial de aprendizaje.
Claves para cortar los mandatos familiares
Hemos de entender que los mandatos familiares son como un contrato que no hemos firmado.
Podemos asumirlos si nos enriquecen personal y emocionalmente, o podemos, sencillamente, no firmarlos. No asumirlos.
La revolución para llevar a cabo esta liberación debe empezar por nosotros mismos y si no podemos hacerlo solos, debemos buscar ayuda para hacerlo.
Reflexionar sobre aquello que nos han transmitido es un acto de introspección que nos ayudará a detectar aquello impuesto por nuestro entorno.
Ideas como «soy torpe» o «no debo defraudarles» son como las “ideas irracionales”que nos describió Albert Ellis.
Son las raíces de emociones disfuncionales que hemos de corregir.
Preguntémonos de dónde proceden nuestras ideas, pensamientos e ideales.
¿Por qué pienso que esto es así? ¿De dónde viene esto? ¿Por qué tengo una ideología concreta?
Nos sorprenderá enormemente darnos cuenta que muchas veces no tenemos respuesta y acabamos cayendo en la cuenta que son ideas impuestas desde pequeños.
Empecemos a cuestionar esas frases tan comunes que se escuchan en muchas familias.
Expresiones como «esa pareja no te conviene», «en esta casa somos todos de tal partido político, de tal religión, de tal equipo deportivo» o «estudiar eso es una pérdida de tiempo, hacer lo otro es una tontería…»
Son códigos que hay que empezar a derribar en nuestra mente. Como se ha mencionado en el punto anterior.
Cuestionémonos de dónde proceden nuestros pensamientos. ¿Por qué soy de este equipo? ¿Por qué defiendo un pensamiento y no otro?
Ser familia no implica una lealtad devota, solo por compartir la misma sangre. No si nos imponen un destino y nos someten a una suerte de ciclo infinito de infelicidad.
A medida que formamos nuestra concepción del mundo podemos alejarnos de aquellas ideas que han predominado en la familia.
¿Cuántas veces hemos defendido a un familiar pero después en privado le hemos dicho que estaba equivocado?
A veces, desafiar y romper los mandatos del clan familiar es mucho más que una obligación: es una necesidad.
Es el derecho y el deber a reafirmar la propia integridad personal para que no se vea comprometida nuestra identidad. Así, nos alejaremos de ser ese muñeco articulado que otros inventan y sobre la que pretenden tener el control.
Carinos y sonrisas
Irene
Hola una vez más otro Interesante articulo que le da vida a mi vida después de estar vacía por padres narcisistas belleza de escrito que empodera a continuar 💪
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