Nos perdemos tanto en no olvidar lo que un día nos hirió,
que hacemos a un lado lo que nos maravilló.
Hacemos inolvidable, aunque sea
doloroso, lo que en el pasado lastimó nuestro espíritu, que renunciamos al
mismo tiempo a todo aquello que colmó nuestras ansias.
Es cierto que no podremos olvidar jamás aquello que nos
lastimó un día, pero sí podemos hacer el esfuerzo por privilegiar de igual
manera lo que hizo a nuestro corazón más grande, más fuerte y más comprensivo.
Tal vez en la lista de daños y beneficios que tenemos
inscritos en nuestra mente, los débitos sean más que los haberes; pero la vida
siempre es así: solo cuestión de saldos en nuestro final estado de pérdidas y
ganancias.
Ver que esos saldos sean más positivos que negativos es una tarea en
la que todos debemos empeñarnos, si queremos tener la sabiduría de vivir con plenitud.
Pero, afortunadamente, siempre habrá espacios en nuestra
alma para lo inolvidable: el acontecimiento aquél, la fecha que impacientes
esperamos, el amor recién descubierto, el hijo que llegó, la perfecta compañía,
la luz que generosa disipó nuestras tinieblas, la suave caricia de nuestra alma
gemela, la dicha en fin que, a veces pequeña, pero siempre fecunda, se convierte en inolvidable.
Cariños y sonrisas
Irene
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Cariños y sonrisas