viernes, 24 de febrero de 2017

DEJEMOS DE INTENTAR QUE LAS COSAS SEAN PERFECTAS

El mundo real no recompensa a los perfeccionistas, recompensa a las personas que hacen las cosas en tiempo y forma.
Buscar la perfección en todo lo que hacemos es una actitud que se convierte en un arma de doble filo.
Nuestro propio afán por hacer las cosas “bien” nos hace estar excesivamente tensos en situaciones que no lo requieren.
Los perfeccionista a pesar de las apariencias, son un tremendos inseguros.
La búsqueda constante de la perfección los lleva a la obsesión por tener el control de las cosas con la ilusión de que así serán reconocidos.
Ven en su conducta una forma de alejarse de la mediocridad, creen que deben ser perfecto para que los demás le acepten.
Si comete algún fallo, su autoestima se viene abajo.
La rigidez de su conducta es un intento de ocultar su "supuesta" imperfección, el  complejo de parecer torpe, incapaz o indigno de ser querido,.
Le resulta muy difícil reconocer sus errores. Teme anticipadamente el rechazo de los demás por eso, reacciona a la defensiva y se irrita ante la más mínima crítica.
“Nada merece hacerse a menos que sea perfecto” es el lema de los perfeccionistas.
Creen que la vida es el arte de hacer un dibujo sin goma de borrar.
Es importante reconocer esta parte de nosotros, moderar nuestras exigencias y tratarnos con mucho más cariño, apoyo y comprensión.
Si sabemos que no se dan ni las relaciones, ni las acciones, ni las personas perfectas seremos más felices en nuestras vidas.
Cariños y sonrisas
Irene
 


 
 
 


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Cariños y sonrisas