La adolescencia puede ser el comienzo de los grandes distanciamientos con esas figuras amadas, pero también es una etapa en donde es posible ajustar muchos cabos sueltos.
Una madre que ha hecho consciencia de que su papel no ha sido el mejor, puede aprovechar el tiempo de la adolescencia para reparar muchos de sus errores.
Los adolescentes necesitan a los padres acompañamiento amoroso, paciente y con inteligencia durante esta etapa, puede reparar muchas de las fallas se dieron durante la crianza infantil.
Los conflictos salen a flote de una manera a veces cruda y dura.
Pero es precisamente una oportunidad para canalizarlos y darles una solución.
El joven ya está en capacidad de comprender que su madre es una persona con límites y la madre puede admitir esas limitaciones.
A veces no es posible evitar que se edifiquen grandes barreras.
Es cuando los hijos solo terminan de comprender a los padres si se hacen padres ellos.
Ahí descubren la imposibilidad de ser los padres perfectos de manual y entienden que el error está en la base de muchas realidades humanas.
Que una madre que se equivoca no es una madre mala, sino una persona imperfecta, como lo somos todos.
Cualquiera que sea el caso, hay una verdad indiscutible: todas las relaciones afectivas de una persona están marcadas por el vínculo que tuvo con su madre, su primer amor.
Entre más sana sea esa relación, más sanas van a ser las demás.
Y nunca es tarde para revisar ese vínculo.
Para perdonarla y pedirle perdón.
Para darle vía libre a ese amor que siempre ha estado ahí y, con ello, limpiar el camino hacia una vida más gratificante y amores más sanos.
Cariños y sonrisas
Irene
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Cariños y sonrisas