Es el caso del neurótico, que vive angustiado tanto por lo que dice y hace como por lo que no dice ni hace.
Su afán de perfeccionismo y su necesidad de ser querido le vuelven posesivo e insoportable.
Una vez detectado al tóxico ¿ cómo escapar de el cuando se trata de tu madre, hermano o jefe? Los terapeutas sugieren que la única salida es alejarse de ellos.
Pero claro, ¿qué hacer si el sueldo y la supervivencia del afectado dependen, por ejemplo, de un jefe despótico? Mal asunto.
La filósofa Diana Cohen Agrest cree que nuestra obligación es huir de los vínculos que atan a personas y situaciones destructivas, pero advierte sobre la estigmatización del tóxico: Los humanos no actuamos de manera determinada para siempre.
Estamos en constante proceso de construcción.
Es posible cambiar hacia actitudes más positivas, pero no esperar que esto suceda para siempre, ni hacer el papel de mártir para toda la vida.
Cariños y sonrisas
Irene
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Cariños y sonrisas