Quienes se mantienen en su zona de confort ni siquiera se sienten completamente tranquilos estando allí, aunque no sobrevenga ningún cambio.
Dependen tanto de determinadas circunstancias, que no es raro que experimenten episodios de gran ansiedad y falsas creencias.
Aunque no estén en riesgo, fantasean con los posibles riesgos que pudieran aparecer.
Esto les causa angustia y termina con la falsa paz que supuestamente debería predominar.
También se paga un alto precio en términos de sentido cuando alguien se resiste a atravesar la barrera de la zona de comodidad.
El ejemplo más común es el del empleado que detesta su trabajo, pero por nada del mundo renuncia a él o el de una persona que aguanta un matrimonio que los hace infelices.
Ciertamente, no da tranquilidad vivir haciendo algo que a uno no le gusta.
Pero en algunos, es mayor el miedo a enfrentarse a algo nuevo y, por supuesto, incierto.
Quienes se mantienen en la zona de confort no están realmente más tranquilos, ni más felices.
Lo que hacen es crear un escondite para lidiar con el miedo.
Con ello no resuelven sus inseguridades, sino que, por el contrario, las potencializan.
Traten de no permanecer en la zona de confort. Arriésguense!!!
Cariños y sonrisas
Irene
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Cariños y sonrisas