lunes, 18 de noviembre de 2013

Carga tóxica

El rencor no es un sentimiento agradable. Cada vez que pensamos en la persona o en la circunstancia que lo provoca, volvemos a experimentar todas esas sensaciones desagradables que originalmente vivimos: ira, impotencia, frustración, dolor, ansiedad... Esa carga tóxica inunda nuestra mente y recorre nuestro organismo, y no hay que decir que esto no conduce a la felicidad, sino todo lo contrario: nos llena de amargura. ¿Te imaginas los estragos que esto causa en tu salud? Presión arterial elevada, dolor de cabeza, indigestión, calambres causados por la tensión muscular... Esto es solo parte del precio que pagas al no perdonar. Pero nada se compara con el daño que te causas en el plano emocional, porque el odio y el rencor apagan el espíritu; te quitan la energía vital positiva. Irónicamente, por ellos sigues siendo una víctima —esta vez voluntaria— de aquello que tanto te hirió en el pasado. Como explica Caroline Myss, la famosa intuitiva médica, autora del best seller Anatomía del espíritu: mantener vivo el rencor es como si te hubieran hecho una herida física, que ya hubiese sanado, y a cada momento volvieras a abrirla, para sentir lo terrible y dolorosa que fue. Por algo dice un viejo proverbio chino: ‘La persona que quiere venganza, debe cavar dos fosas’. Catiños y sonrisas Irene

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Cariños y sonrisas