La manera más sencilla de evitar las frustraciones que nos generan esas actividades que nos resultan difíciles es dejar de hacerlas. Nos concentramos únicamente en aquello que hacemos bien y así nunca sentiremos la menor decepción, pero lamentablemente, estas son la peores ideas de todas.
1. Porque hay actividades que, por mucho que no nos gusten, tenemos que hacerlas con cierta frecuencia. No hay alternativa. Forman parte de nuestro quehacer diario. Como para mi, planchar, en caso de que no haya nadie que lo haga por nosotros
2. Porque algunas de ellas, aunque las detestemos, nos hacen ganar en autonomía. Como conducir o aprender a manejar algún endiablado aparato.
3. Porque no vamos a privarnos de hacer algo que nos gusta (bailar, por ejemplo) sólo por no lo hagamos divinamente.
En vista de que no podemos descartarlas por esos tres motivos, nos quedamos con éstas otras:
- Deshaganse del perfeccionismo y seamos más amables con nosotros mismos.
- Cuando cometas errores, escucha a esa voz interior que te dice: “Qué torpe eres” y dile que calladita está más bonita, porque no tiene razón.
- Recordémonos a menudo que ya somos valiosos y que no necesitamos ser mejor que alguien en esto o aquello. ¿O acaso nos hará mejor personas?
- Hay que pasarlo bien. Si algo nos gusta, disfrutar haciéndolo es lo más importante (aunque no nos vayan a dar un premio por ello).
- Quedémonos con lo que importa: Con cada paso que avancemos, con lo útil de los aciertos y errores, con su repercusión en nuestra vida.
- Miremos cada limitación como una invitación para aprender, para superar miedos y hacernos más fuertes.
Hagámoslo y veremos como todo nos resulta más sencillo y más placentero, aunque sean cosas que no nos gustan o que no nos salen a la perfección.
Cariños y sonrisas
Irene
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Cariños y sonrisas