Un amor que nace de forma natural y al que no renunciamos, aunque ella no esté, o pese a que su presencia sea nociva, y hasta peligrosa, para un hijo.
Siempre hay un hilo invisible que de alguna manera u otra nos une a ella.
En la sala de cuidados intensivos, el pequeño solo quería una cosa: que ella viniera a abrazarlo.
Así de fuerte es ese lazo primitivo.
Sea como sea, amamos a nuestra madre.
Al comienzo de la vida preferimos cualquier sufrimiento, antes que padecer el dolor de no tenerla a nuestro lado.
Allá en el fondo siempre queda algo de ese niño que no quiere vivir sin su madre.
Cariños y sonrisas
Irene
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Cariños y sonrisas