La fórmula consta de tres simples pasos.
1. Reconocer nuestros miedos
Para ello, basta con hacerse constantemente las preguntas siguientes: ¿Hago lo que hago por causa del miedo? O, por el contrario: ¿Dejo de hacer lo que realmente quiero hacer a causa del temor?
Hagámonos estas preguntas a lo largo del día a día cada vez que te encuentres ante una situación que nos incomode, nos bloquee o nos paralice.
Preguntémonos cuando no nos atrevemos a entablar una conversación con un desconocido que nos resulta atractivo, cuando no tenemos valor de dejar ese trabajo que detestamos, cuando no somos capaces de decirle a la chica que la amamos o cuando no tenemos valor de responder a los hijos cuando nos gritan como si fueran nuestros padres.
No paremos de hacernos estas dos preguntas para poder identificar qué situaciones nos producen miedo.
Lógicamente, debemos ser honesto con nosotros mismos cuando las contestemos y, por tanto, dejar a un lado el autoengaño de la mente.
2. Reflexionemos sobre ellos
Una vez hayamos identificado una situación que nos produce miedo, tomémonos el tiempo y reflexionemos sobre ella:
¿Qué me da miedo exactamente y por qué motivo?
Identificar qué es exactamente lo que nos genera miedo y por qué motivo nos lo genera.
Cuando seamos capaces de responder a estas dos cuestiones descubriremos dos cosas: la fuente que activa nuestros miedos y la carencia personal que lo permite.
Sea lo que sea, cada persona es distinta, así que tomémonos tiempo y exploremos cada uno de nuestros miedos.
Cuando identifiquemos uno y hayamos reflexionado sobre él, al vez entonces nos demos cuenta que, probablemente, ese miedo es inútil e injustificado.
Es decir, que no nos sirve para nada y, encima, limita nuestra vida y nuestra felicidad.
A veces basta con seguir los dos primeros pasos para eliminar el miedo. El hecho de ser conscientes de nuestros miedos nos permite identificarlos. Y el hecho de realizar un trabajo reflexivo al respecto puede crear de forma automática ciertas actitudes que nos ayudan a afrontarlos de forma más eficaz cuando vuelven a aparecen en nuestra vida.
En otros casos, sin embargo, los miedos están demasiado enquistados u ocultos y nuestras actitudes están demasiado interiorizadas para que cambien con un simple trabajo introspectivo.
En ese caso, tal vez necesitemos la ayuda de un profesional cualificado
3. Pasemos a la acción y afrontémoslos
Para eliminar el miedo les propongo un ejercicio muy simple:
Hagamos una lista de los miedos que hemos trabajado en los primeros dos pasos que les he explicado.
Elijamos uno de ellos, algo que no sea muy complicado, ya tendremos tiempo para trabajar con los más difíciles.
Ahora, inventemos una tarea que nos permita contrarrestarlo y que sea factible de realizar, lo cual no debería sernos difícil.
Repite este ejercicio con regularidad para trabajar uno de tus miedos, y luego otro, y otro…hasta que logres eliminar de tu vida los que te resulten más molestos.
Cuando haya pasado cierto tiempo, echemos la vista hacia atrás y observemos qué ha ocurrido: ¿Qué cambios positivos ha habido en nuestra vida? ¿Qué objetivos o logros hemos conseguido? ¿Cómo nos sentimos contigo mismo?…Probablemente nos llevemos una agradable sorpresa.
Deshagámonos de los miedos que nos limitan!!!!
Cariños y sonrisas
Irene
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Cariños y sonrisas