Educar a nuestros niños en la esperanza, en la capacidad de mantener la ilusión y los significados importantes de la vida, en momentos de adversidad, influiirá en su salud mental de manera significativa.
Proteger a nuestros hijos frente a la desesperanza implica enseñarles estrategias para cuidar de su salud mental. Significa educarles desde edades tempranas en la fortaleza psicológica, en la capacidad para hacer frente a las frustraciones, adversidades y desencantos de la vida.
Algo tan básico -y descuidado- como esto puede producir un gran cambio en las nuevas generaciones.
Como padres, madres y educadores, nos centramos en darles a nuestros niños lo mejor.
Les iniciamos, por ejemplo, lo antes posible en el aprendizaje de los idiomas. Les damos los mejores colegios, ordenadores y móviles. Les enseñamos a cruzar los semáforos en verde, les inculcamos la pasión por la lectura y a identificar la estrella polar en las noches de verano.
Sin embargo, olvidamos otros aspectos prioritarios en el marco educativo.
A menudo, no solo descuidamos enseñarles que comprendan sus emociones. También pasamos por alto la relevancia de incentivar en ellos la capacidad de ilusionarse y de seguir adelante cuando llegan días de desánimo y ansiedad.
La protección contra la desesperanza en niños y adolescentes pasa por la educación.
También por ser para ellos el mejor ejemplo.
Darles herramientas para encarar el malestar cotidiano revertirá de manera directa en su salud mental.
Hemos normalizado vivir con una tristeza funcional.
Esa que no pesa lo suficiente como para impedir que nos levantemos cada día de la cama para salir de casa, relacionarnos y cumplir con lo que hay marcado en nuestra agenda.
La desesperanza es una compañera habitual en nuestros adolescentes, permitiendo que sigan siendo "normales" como para que no la perciba quien mira desde fuera.
Y qué es la falta de ilusión, la desesperanza? es ver manera negativa cualquier evento.
No hay fe de que lo que hoy va mal, mañana mejore.
Es interpretar que determinadas cosas son inevitables, que uno no puede hacer nada para mejorar su situación.
Desesperanza es también perder todo significado vital y carecer de propósitos.
No es difícil deducir que este enfoque mental es un factor directo de vulnerabilidad psicológica.
El mismo que lleva a los trastornos depresivos y la ideación suicida.
Por otro lado, hay otro hecho importante. No fue hasta los años 90 cuando empezó a estudiarse esta variable en los niños y adolescentes. Antes de esa fecha, se pensaba que la falta o carencia de esperanza era cosa de adultos, según un estudio.
Ahora ya disponemos de escalas psicológicas para evaluarla y descubrir que, en la actualidad, la desesperanza se ha elevado en la población infantil y juvenil.
Tengamos mucho cuidado y pongamos mucha atención en las actitudes de nuestros nmiños y nuestros adolescentes. Mañana les daré algunas claves para evitar que caigan en la deseperanza.
Cariños y sonrisas
Irene
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Cariños y sonrisas