jueves, 3 de junio de 2010

Educar para la felicidadLa felicidad no es la estación a la que se arriba sino la manera de viajar.

Realmente, hoy buscando que ofrecerles, nos llamó la atención esta frase porque es realmente lo que pensamos. Era decir lo que creemos pero de forma más bonita, por eso queremos compartirlo con ustedes. Pero, además este artículo nos habla de la necesidad de educar las emociones para controlar la agresividad
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¿Es Ud. feliz? ¿Su felicidad es permanente o pasajera? Los investigadores consultaron a los familiares y amigos del evaluado para que les informen como lo ven, contabilizaron sus sonrisas y sus expresiones verbales o faciales.
El dinero y la salud no hacen la felicidad, como se cree habitualmente. Los estudios revelan que la mejoría económica hace felices a los más pobres, pero quienes obtienen ingresos de golpe, al poco tiempo su estado satisfacción retorna al nivel medio. Por otro lado a la buena la salud se la considera normal y recién se la añora cuando se la pierde.
No es enseñar a tener éxito. Buscar éxito obsesiona a conseguirlo, y se convierte en un obstáculo para la felicidad. Además es por naturaleza transitorio. Ocurre que al que le va bien sigue haciendo lo mismo sin observar los cambios que debería realizar. Por eso se dice que nada fracasa tanto como el éxito.
La felicidad no es la estación a la que se arriba sino la manera de viajar.
Es enamorarse de la vida. Los hombres llegan al mundo con una misión.
Algunos descubren su chispa divina y muchos quieren encontrarla. La chispa enciende el deseo que si se torna suficientemente grande hace que cualquier obstáculo resulte pequeño. El que no lo tiene, o lo tenía y lo perdió está triste, pesimista o deprimido. Le falta una pasión en su vida. Puede ser un proyecto que no lo deja dormir, una pareja, la ciencia, la música, la política, el deporte, el trabajo o el estudio. La pasión es ese "alguien" o ese "algo" que nos hace vivir la vida y nos aleja del triste destino de durar, del miedo a vivir, de copiar al otro, de alejarnos del goce o de decepcionarnos ante cada nueva arruga en el espejo, de cuidarnos de todo para evitar sentir y no disfrutar del presente como regalo.
No es tan bueno durar sino descubrir la pasión de convertirnos en protagonistas de la vida. No es tan malo morir, la muerte tiene memoria y nunca se olvida de nadie. Lo trágico, es no animarse a vivir y a ser feliz.
Para lograrlo hay que amigarse con la vida.
¿Porqué es tan difícil educar para la felicidad? Cuando Platón imaginó su República "con corrupción cero" pensó en educar a los niños menores de 10 años. ¿Fue una utopía, un no lugar? Pero de ilusiones también se vive. Lo mejor que se puede hacer por la humanidad es educarla para el cambio.
Fue Cristo quien dijo: "amarás al prójimo como a ti mismo", pero Freud descubrió que el mandamiento nació para frenar la tendencia contraria, la pulsión hostil, un malestar en la cultura que se pretende controlar pero que reaparece en las crisis y provoca el antisocial "sálvese quien pueda".
Cain mató a su hermano Abel y fue el primer asesino de la historia. El hermano es el primer diferente, es el otro que amenaza el lugar. Se manifiesta en la reacción violenta ante el vecino, o ante quien se filtra en una cola. Si la agresión es genética, si está alojada en la sangre: ¿qué se puede hacer?
El hombre es el animal que tiene la mayor variedad de respuestas. Con el homo sapiens la educación para la felicidad sobrevaloró lo intelectual y descuidó lo emocional. La emoción es el centinela que anuncia la presencia del peligro o de la felicidad y la que orienta la acción. Hay que saber reconocerla tomando conciencia de cuando se produce para evitar su descarga automática, a manejarla para que la pasión se transforme en inteligencia, a motivarla para demorar la gratificación inmediata y obtener un valor superior.
Sin emociones el intelecto carece de guía. Para el que no sabe a dónde quiere llegar cualquier camino le da lo mismo. Ponerse furioso es fácil. Lo difícil es hacerlo con la persona correcta, con la intensidad correcta, en el momento preciso, por el motivo justo y de la manera adecuada. Hay que enseñar a los niños a educar sus emociones, a ver al otro como auxiliar, como objeto del deseo o modelo a alcanzar y a respetarlo tanto por analogía como por necesidad.
Relaciones profundas y pasión por lo que se hace son las claves de la felicidad. El milagro de ser feliz depende tanto de la voluntad de producirlo como de la capacidad de trabajar para lograrlo.
Dr. Horacio Krell. CEO de Ilvem, Contador Público y Licenciado en Administración de empresas

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Cariños y sonrisas