La felicidad es, sobre
todo, un estado mental, no solo una consecuencia de lo que tenemos o de las
cosas que nos suceden en nuestras vidas.
Al ser un estado mental,
podemos entrenar nuestra mente para generar ese estado con mayor frecuencia, en
vez de depender de factores externos para ser felices, como sucede a menudo.
Es decir, la mayoría de las personas piensan que si tuvieran un trabajo mejor, más ingresos, una relación de pareja, vivieran en otra parte o les tocara la lotería, serían más felices.
Pero lo que los estudios nos dicen es que las personas solemos tener un nivel base de felicidad al que regresamos siempre, tarde o temprano.
Así, tras la alegría inicial de que nos toque la lotería, cambiemos un mal trabajo por otro mucho mejor o incluso encontremos pareja, llega un momento en que volvemos a tu nivel habitual de felicidad.
Se trata del nivel al que se ha habituado nuestro cerebro durante toda la vida.
Es decir, la mayoría de las personas piensan que si tuvieran un trabajo mejor, más ingresos, una relación de pareja, vivieran en otra parte o les tocara la lotería, serían más felices.
Pero lo que los estudios nos dicen es que las personas solemos tener un nivel base de felicidad al que regresamos siempre, tarde o temprano.
Así, tras la alegría inicial de que nos toque la lotería, cambiemos un mal trabajo por otro mucho mejor o incluso encontremos pareja, llega un momento en que volvemos a tu nivel habitual de felicidad.
Se trata del nivel al que se ha habituado nuestro cerebro durante toda la vida.
Pero, nuestro cerebro es
sumamente plástico y cambia en función de las cosas que hacemos, sentimos y
pensamos habitualmente.
Si, por ejemplo, comenzamos
a tocar el piano varias horas al día, las zonas del cerebro que usamos para
hacerlo aumentarán de tamaño.
Si tenemos problemas en nuestra vida y empezamos a sentir ira o ansiedad a menudo, las zonas de nuestro cerebro encargadas de esas emociones estarán más activas, de manera que nuestra propensión a sentirlas aumentará también.
Si tenemos problemas en nuestra vida y empezamos a sentir ira o ansiedad a menudo, las zonas de nuestro cerebro encargadas de esas emociones estarán más activas, de manera que nuestra propensión a sentirlas aumentará también.
Así pues, cuando, por
circunstancias externas, sentimos ira a menudo (o cualquier otra emoción), es
como si estuviéramos entrenando el cerebro para generar ira y eso nos hará ser
cada vez más propenso a sentirla.
Lo mismo podemos decir de cualquier otra emoción o comportamiento, incluyendo las emociones positivas que nos hacen sentir bien, como felicidad, gratitud, compasión, etc.
Por lo tanto, empecemos a entrenar el cerebro para ser más felices!
Sonrisas y cariños
Lo mismo podemos decir de cualquier otra emoción o comportamiento, incluyendo las emociones positivas que nos hacen sentir bien, como felicidad, gratitud, compasión, etc.
Por lo tanto, empecemos a entrenar el cerebro para ser más felices!
Sonrisas y cariños
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Cariños y sonrisas