Una buena “alfabetización emocional” nos dota de grandes beneficios.
Así, algo que aprenderemos en primer lugar es que cada emoción tiene su espacio y su utilidad, que diferenciar entre emociones “negativas” y “positivas” no siempre es acertado, porque en realidad, esos estados que a menudo tanto evitamos sentir como es la tristeza o la decepción, tienen sus espacios de conocimiento, su utilidad y su valioso significado.
De las emociones por tanto no se huye, se encaran para saber qué quieren decirnos.
Es un modo sensacional de autoconocimiento que nos dota de fortalezas, que ofrece a nuestra mirada un prisma más amplio… a la vez que flexible.
Por tanto, no apartemos o despreciemos la necesidad de estar “al día” en materia de emociones.
Atendamos a esos mundos interiores donde saber reconocer, expresar, gestionar y transformar esos sentimientos para que fluyan siempre a nuestro favor y no en nuestra contra…Aprendamos ante que situaciones solemos tener dichas emociones y aprender a no dejarnos llevar por ellas y si tener presente que gestionárselas es posible.
Un último paso sería aprender a reconocer las emociones en los demás, que vendría a ser aquello que en muchas ocasiones nos cuesta horrores practicar: la empatía.
Cariños y sonrisas
Irene
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Cariños y sonrisas