La definición misma de maltrato no es una sola y depende de tantos factores que para muchas personas los insultos no son agresiones... para otras muchas, un bofetón, tampoco.
La mayoría de las que sufren maltrato están inmersas en una maraña de comportamientos para poder aguantar el infierno de la convivencia.
Muchos no soportan esta situación y acaban tomando la opción del suicidio... las cifras sobre muertes por malos tratos nunca contabilizan los datos de suicidios.
Los síntomas depresivos que padecen estas personas se manifiestan fundamentalmente mediante la apatía, la pérdida de esperanza y la sensación de culpabilidad.
Existe un arraigo entre la mayoría de los maltratados, del amor romántico, que con su carga de altruismo, sacrificio, abnegación y entrega, refuerzan la actitud de sumisión.
Consideran un fracaso la separación porque después de tanto esfuerzo no han conseguido salvar su relación, asumen el sufrimiento como un desafío, como si ellos pudieran cambiar la situación, cambiarlo al maltratador.
Echan la culpa de la irritabilidad de sus compañeros a factores externos como la falta de trabajo, los problemas, e incluso llegan a culpabilizarse a sí mismas.
Encuentran cualquier argumento para justificar a su pareja.
La ausencia de unas redes de apoyo sólidas hacen que su mundo sea el maltratador, que los proyectos de él sean los suyos propios y que todo se reduzca a él.
Pero ¿cómo se explica que una persona pueda soportar durante años malos tratos brutales (más del 70% convive con el agresor más de cinco años)?
¿Por qué no sólo no los rechaza sino que encuentra justificaciones?
Entonces aparece en escena el Síndrome de Estocolmo doméstico que es “un vínculo interpersonal de protección, constituído entre la víctima y el agresor, en el marco de un ambiente traumático y de restricción estimular, a través de la inducción en la víctima de un modelo mental”.
Se desarrolla el síndrome para proteger su propia integridad psicológica y, para adaptarse al trauma, suspende su juicio crítico.
Esta podría ser una sólida explicación para que las personas maltratadas desarrollen ese efecto contrario por el que defienden a sus compañeros, como si la conducta agresiva que ellos desarrollan fuera el producto de una sociedad injusta y fueran ellos las víctimas de un entorno violento que les empuja irremediablemente a ser violentos.
Carinos y sonrisas
Irene
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario.
Todo me alienta para seguir buscando y compartiendo artículos que nos hagan sentir mejor y con mayor bienestar psicológico.
Cariños y sonrisas