Como deciamos ayer, todos terribilizamos con cosas muy poco importantes, como por ejemplo que se nos estropee la lavadora. Se nos rompe la lavadora y nosotros a nosotros mismos nos decimos: “vaya desastre, se me estropea todo, no lo puedo soportar…”, esto nos genera una emoción negativa, porque en función de cómo pensamos, así tenemos nuestras emociones.
Cuando terribilizamos lo malo es que nos lo decimos con tanta fuerza que nos lo creemos. Lo malo es que cuando empezamos a terribilizar, terribilizamos con todo y a veces las cosas que nos ocurren son un poco malas pero no terribles.
Quedarse tetraplégico, quedarse ciego, tener alguna grave enfermedad… son cosas más graves que romperse la lavadora, sin embargo si terribilizamos por todo, es como si tuviéramos una grave enfermedad cada día.
Si en una adversidad nos decimos que es muy mala, estaremos mucho peor.
Suele ocurrir que si empezamos a terribilizar, terribilizamos por todo. De creencias irracionales hay millones, pero todas se pueden agrupar en tres categorías:
1. Debo hacer las cosas, siempre, muy bien.
2. La gente me debe tratar bien.
3. Las cosas siempre me tienen que ser favorables y la vida me tiene que tratar bien.
Estas creencias irracionales, las tenemos que transformar en creencias racionales, estas exigencias las tenemos que transformar en preferencias y por tanto decirnos lo siguiente:
1. Me gustaría hacer las cosas bien, pero no siempre será así. A veces me puedo equivocar.
2. Me encantaría que la gente me tratara bien, pero no necesito que me traten bien.
3. Me gustaría que las cosas en la vida me fueran siempre bien, pero eso no va a ser siempre así.
Hay que transformar las exigencias en preferencias sobre nosotros mismos, los demás y sobre la vida. Las exigencias es igual a “debería…” y son una gran fuente de debilidad emocional.
Olvidémonos de los "debería" y seamos más felices
Hasta mañana, cariños y sonrisas
Irene
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Cariños y sonrisas