Las personas resilientes son aquellas que ante la adversidad se doblan pero no se rompen, son capaces de experimentar emociones positivas en situaciones estresantes. Varios estudios han puesto de manifiesto que las personas más resilientes suelen experimentar elevados niveles de felicidad y de interés por las cosas aun en momentos de gran ansiedad.
La presencia de emociones positivas durante los momentos de gran dolor hace más probable que desarrollemos planes de futuro y estos planes, junto con las emociones positivas, predicen un mejor ajuste psicológico doce meses después de haber vivido el suceso traumático.
En un estudio realizado con medidas tomadas antes y después de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York se vio que las personas que, junto a las emociones dominantes de angustia, miedo, disgusto y desprecio, lógicas en esos momentos, experimentaron también tras los atentados emociones positivas de gratitud, interés, amor, esperanza, orgullo, etc., presentaban menos síntomas depresivos y más optimismo, satisfacción con la vida y tranquilidad.
Las emociones positivas parecían ser un ingrediente activo esencial que, además de ayudar a las personas a no hundirse en la depresión, también contribuían a aumentar los recursos psicológicos para afrontar ese gran dolor.
Un estado afectivo positivo, favorecido por la experiencia de emociones positivas, llevaría a un pensamiento abierto, creativo y flexible que facilitaría el hacer frente eficazmente a la adversidad y que a su vez aumentaría los niveles de bienestar futuros.
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