Qué sucede cuando somos el objeto del agradecimiento ajeno?
Cuando alguien nos da las gracias, despierta una sensación agradable en nuestro interior. Y merece la pena disfrutarla.
Pero tenemos que ser cautos para no caer presos de la certeza de que nos ‘deben’ esa gratitud.
De vez en cuando resulta útil cuestionar nuestras motivaciones para verificar si están alineadas con nuestros valores. Si nuestro gesto es auténticamente desinteresado, no nos perturbaremos pensando: “¿Cómo puede ser que no me den las gracias?” Más bien recibiremos lo que venga (o lo que no venga) con la convicción de que hemos sido coherentes con nosotros mismos.
Cuando alguien nos da las gracias, despierta una sensación agradable en nuestro interior. Y merece la pena disfrutarla.
Pero tenemos que ser cautos para no caer presos de la certeza de que nos ‘deben’ esa gratitud.
De vez en cuando resulta útil cuestionar nuestras motivaciones para verificar si están alineadas con nuestros valores. Si nuestro gesto es auténticamente desinteresado, no nos perturbaremos pensando: “¿Cómo puede ser que no me den las gracias?” Más bien recibiremos lo que venga (o lo que no venga) con la convicción de que hemos sido coherentes con nosotros mismos.
Practicar la gratitud es una tarea que requiere de tanta constancia como determinación. Pasa por honrar todos los pequeños gestos y detalles que vivimos en nuestro día a día con ilusión.
Por hacernos más conscientes del significado de esa palabra mágica, dejando de utilizarla como una mera fórmula de cortesía.
Y sobre todo, por poner en práctica el agradecimiento como actitud.
Cariños y sonrisas
Irene
Por hacernos más conscientes del significado de esa palabra mágica, dejando de utilizarla como una mera fórmula de cortesía.
Y sobre todo, por poner en práctica el agradecimiento como actitud.
Cariños y sonrisas
Irene
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