La sonrisa hace que reduzca la presión arterial y que podamos recuperarnos más rápido de una situación estresante.
Sonreír hace que los demás nos consideren una persona accesible. La sonrisa nos muestra como un sujeto amigable, agradable e incluso más competente.
La sonrisa hace que los demás sientan que somos una persona confiable.
Mientras mayor es nuestra sonrisa, mayor atractivo y confianza generamos en nuestro interlocutor.
El sonreír hace que nuestro cerebro preste atención a lo positivo.
Lamentablemente nuestro cerebro es sumamente hábil para prepararse para los peores escenarios posibles, teniendo mecanismos de defensa altos y a veces evitando el lado optimista de las cosas.
Sin embargo, cuando sonreímos, nuestro cerebro se calma y comienza estar receptivo hacia los patrones de pensamiento más positivos.
La sonrisa es contagiosa. Gracias a las neuronas espejo, imitaremos las acciones de las demás personas a modo inconsciente.
Si comenzamos una acción agradable como la sonrisa, es altamente probable que quienes nos rodean nos la devuelvan.
La sonrisa nos fortalece a nivel celular. Las sonrisas logran que podamos liberar tensión a nivel celular, ya que las células tienen la tendencia a distinguir entre el peligro y la seguridad, si transmitimos confianza y alegría, fisiológicamente estaremos más relajado.
La sonrisa mejora nuestra productividad. Sentir bienestar en ambiente de trabajo convierte en un empleado más productivo y enérgico.
Sonreír nos hace más creativo. Si tenemos mayor felicidad, podemos enfocarnos de una manera más clara y eficiente ante los problemas, generando mayores soluciones.
Que nuestro cerebro libere dopamina, algo que hacemos cuando nos sintamos bien, hace que logremos estar abierto a los procesos de aprendizaje y nos sintamos inspirado a actuar y tomar decisiones.
Creo que todo esto es más que suficiente para practicar una buena sonrisa ¿verdad? A sonreír más, preocuparse menos y ocuparse más.
Cariños y sonrisas
Irene
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Cariños y sonrisas