Uno de los grandes enemigos de la felicidad es la soberbia.
Soberbia es ceder al deseo de nuestra propia elevación, es el
aprecio exagerado de las propias cualidades, es
nuestro deseo de poder.
El alma se hincha tanto cuando alimenta al ego de la soberbia que
no cabe ni en sí misma. Entonces, además, todo le resulta pequeño y de poco
valor. La soberbia es, un exceso de “amor” propio llevado hasta el punto que se llena con eso toda el alma, de modo que no nos queda sitio para la vida espiritual.
Esta exagerada idea de la importancia y de la perfección propia puede estar oculta en nuestro interior o manifestarse hacia el exterior.
En este último caso deseamos que los demás nos consideren de igual modo que como uno piensa sobre sí mismo.
El deseo de que los otros reconozcan nuestra propia importancia puede, a su vez, acompañarse con el deseo de que los demás le satisfagan a uno por medio de halagos y de alabanzas, o bien por la sumisión hacia su persona. Aspiran a que la fama divulgue los pretendidos méritos propios, y que la sociedad los recompense. Anhela honores y distinciones.
Sean humildes y serán más felices
cariños y sonrisas
Irene
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Cariños y sonrisas