Esto sucede sobre todo en personas que, desde pequeñas, se han acostumbrado a que los demás (generalmente los padres) hagan por ellos cualquier cosa desagradable, les den todos los caprichos y satisfagan de inmediato todas sus necesidades.
Cuando crecen y se enfrentan al mundo real, con sus problemas, obligaciones y tareas tediosas por hacer, siguen teniendo esa misma actitud de rechazo a cualquier cosa que les resulta mínimamente molesta.
La baja tolerancia a la frustración suele expresarse cuando la persona afectada se enfrenta a una situación de estrés en cuyo caso reacciona con ira, rabia o melancolía desmedida ante situaciones que la mayoría de las personas son capaces de resolver en su interior.
En los casos más serios una baja tolerancia a la frustración puede desembocar en problemas relacionados con el consumo de drogas, la automarginación social o el suicidio.
No han aprendido a ponerse en marcha y hacer lo que tienen que hacer, sin más, aunque les desagrade o no tengan ganas.
No obstante, es tan solo una actitud mental, un modo de pensar que podemos empezar a cambiar a partir de ahora. Podemos hacerlo repitiendo a menudo frases como: "Yo puedo hacer cosas desagradables; yo puedo hacerlo aunque no tenga ganas; yo voy a hacer eso aunque sea molesto; a veces hay que hacer cosas desagradables o que no deseo hacer porque es inevitable, así que lo voy a aceptar".
Conforme adoptemos este nuevo modo de pensar, nuestra tolerancia a la frustración será cada vez mayor y nos irá costando menos hacer este tipo de tareas.Cariños y sonrisas
Irene
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Cariños y sonrisas