Las personas más ricas, las más hermosas, las de más talento, rara vez son las más felices .
La felicidad de las personas no depende de las emociones y alegrías que vienen de impresiones superficiales o externas: depende de saber disfrutar de las cosas fundamentales, con frecuencia muy sencillas, de la vida.
Las personas felices no invierten mal su tiempo envidiando la buena fortuna de los demás; no viven suspirando por el pasado o por el porvenir. Disfrutan el momento presente, gozosos de vivir, disfrutando de su trabajo, de su familia, de las cosas buenas que les rodean…
Las personas felices son adaptables, flexibles ; saben plegarse a las circunstancias, ajustarse a los cambios de su época, gozar de la vida; y se sienten en armonía con el mundo. Viven con la mirada puesta en lo exterior, no descuidando su interior y son perspicaces, compasivas. Y poseen la facultad de amar.
Aprender a vivir con lo que se tiene y no con lo que se carece nos ayudará a que nuestra felicidad siempre esté de nuestro lado. Y eso no quiere decir ser conformista, uno puede esforzarse por mejorar, pero sin desesperarse por lo que no se tiene.
Claro está que no todos los días son iguales, muchas veces en nuestro camino hay cosas que nos pueden doler mucho, nos encontrarnos con muchos problemas por resolver, problemas entre los nuestros que nos afectan, y muchos motivos más para que nuestro cielo se oscurezca un poco… Pero si somos de corazón grande y sabemos enfrentar todos los contratiempos nadie nos puede quitar la felicidad.
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Cariños y sonrisas