jueves, 28 de diciembre de 2017

QUIEN MUCHO TRAGA AL FINAL SE AHOGA!


“Quien mucho traga al final se ahoga”, dice un antiguo refrán que probablemente habremos escuchado en alguna ocasión.
Freud también nos alertaba de los peligros de silenciar los sentimientos diciendo: “Las emociones reprimidas nunca mueren. Están enterradas vivas y saldrán a la luz de la peor manera”.
De  hecho, a veces la sabiduría popular encuentra un respaldo en la ciencia. En ciertos casos, reprimir nuestros sentimientos y pensamientos, por miedo a ofender a los demás o mostrarse vulnerables, puede terminar causándonos daño a nosotros mismos.
Las emociones que se acumulan nos hieren en silencio, se convierten en fantasmas que dañan nuestro cuerpo y mente.

Si no expresamos lo que sentimos, no podremos defendernos.

Si no expresamos nuestro malestar, es probable que la persona que nos está haciendo daño no sea plenamente consciente de las consecuencias que sus palabras o actitudes tienen sobre nosotros. Muchas veces esperamos que sean los demás quienes se den cuenta de que están traspasando los límites, que adivinen nuestros sentimientos y pensamientos.

 Quienes nos rodean no son adivinos y, si bien es cierto que pueden intuir algunas cosas, a veces pueden estar demasiado ensimismados en sí mismos como para darse cuenta del impacto negativo que tienen sus palabras o comportamientos.
Por tanto, nos corresponde a nosotros hacer notar que nos están causando daño.
Debemos encontrar un equilibrio entre esos momentos en que es más sabio callar y aquellos en los que es necesario hablar para defender nuestras necesidades y proteger nuestro equilibrio emocional.
Cariños y sonrisas
Irene

 

 

 

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Cariños y sonrisas