Uno debería tener tres hojas, pegadas en la puerta de la refigeradora, escritos con lápiz oscuro y trazo muy fuerte, que dijeran respectivamente: “PROHIBIDO JUZGARME”; “Me comprometo a no compararme con NADIE” esta última palabra en mayúsculas y subrayada en amarillo; y por último “VOY A RESPETAR Y VALORAR MIS DECISIONES” esta última palabra subrayada tres veces.
Estos tres mini-contratos con nosotros mismos resultan ser puntos nucleares para combatir el sentimiento de culpa.
Cuando uno se escucha a sí mismo y saca a la luz los sentimientos tan horribles que tiene sobre si mismo, y empezamos a vernos sin juzgarnos, expulsando todo aquello que nos hace mal, queriéndonos, comprendiéndonos y sobre todo confiando en nosotros mismos, poco a poco vamos tomando confianza, y conciencia, y empezamos a cuestionar todos esos pensamientos.
Muchas veces el sentimiento de culpa se va gestando a través de lo que recibimos en nuestra infancia.
Hay mucho camino por recorrer porque las heridas son muy profundas y el guión de vida sigue siendo muy grande.
Pero, hay que atreverse a recorrer ese camino!
Cariños y sonrisas
Irene
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Cariños y sonrisas