lunes, 5 de febrero de 2018

INTIMIDAD PÚBLICA

Ha nacido un nuevo concepto de entorno, un círculo inédito en la historia de la humanidad: la intimidad pública.
Ya no somos lo que tenemos, ni siquiera lo que estudiamos, ahora somos lo que decidimos compartir.
Y por lo tanto, eso implica que también compartimos lo que sentimos, lo que nos duele, lo que nos hace felices, lo que nos hace diferentes, lo que nos hace soñar.
Y debemos hacerlo, en la medida de lo posible, siendo fieles a la realidad, con un sustrato y una base de máxima autenticidad. Porque si no, aparte de que nos pillarán enseguida, dejaremos de ser nosotros mismos.
Nos convertiremos en mentirosos sociales, o lo que es peor, marcas blancas de nosotros mismos, substituibles, commodities.
Y entonces también conoceremos un nuevo concepto de soledad. 
Pero, si la impronta actual que caracteriza a la vida on line es la de mostrarse, es posible que las nuevas generaciones, más habituadas a una cultura de la pantalla, sepan jugar un juego más coherente que sus antecesores.
A la hora de elegir redes, la franja etaria que va desde los 13 hasta los 17 no sólo desestima la –para ellos– obsoleta, Facebook, sino que prefiere plataformas con contenidos más volátiles como Snapchat pero también Instagram, que atento a esto, incorporó en agosto de este año, una opción para publicar historias que se borran a las 24 horas, Twitter, Youtube o la reciente Musicaly que permite grabar y subir video musicales caseros.
Y si en principio esto podría sonar como una estrategia para escapar al control adulto, a la luz de las evidencias, todo indica que funciona más como un escudo protector, o como manera consciente de resistir a los embates de la memoria virtual que guarda todo y recuerda todo.
Hay que recordar que todo lo que hacemos debe estar basado en el sentido común. (Qué por desgracia, es el menos común de los sentidos).
Cariños y sonrisas
Irene



 

 

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Cariños y sonrisas